Una palabra aloja a un cochero que con su carro pasea por la historia de una revolución. Otra palabra aloja a un jinete que anuncia la guerra cabalgando hacia un espejismo de polvo y mariposas. Otra palabra aloja muertos y otra más aloja sueños de revolución. Una palabra aloja un lenguaje, una literatura, una historia, una cultura. Y descubrimos que una palabra también puede alojar una vida. Marina Berri, con un ávido ojo de poeta, nos transporta a todas las Rusias posibles (la pasada, la presente y la futura) a través de su lenguaje, develando aquello que guardan celosamente las letras del alfabeto cirílico.
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