Keru y Nate se conocieron en la universidad, están casados, tienen una perra y provienen de familias muy diferentes. Los padres de ella son inmigrantes chinos, exigentes, detallistas, obsesivos, personas para las que sufrir “sufrir significa luchar y poner la vara lo suficientemente alta como para que nadie se estanque”. La familia de él, conservadores de clase trabajadora, desconfía de las ambiciones intelectuales de su hijo así como de su esposa extranjera. “Supongo que nunca seré abuela. Están empecinados en privarme de esa alegría”, le dice la madre a Nate cuando se da cuenta de que no tendrán un hijo en breve.
CORREO ARGENTINO
DESCUENTO DEL 10% POR TRANSFERENCIA BANCARIA
Protegemos tus datos