Dentro de ella, se mueve una pieza suelta en esa suerte de objeto, que va armando, suerte de artefacto de donde sale una voz como al natural, neutra, pero casi, sucinta, que se transforma de tanto insistir en esa precisión. (Es que la transformación es un proceso divino). Así, de una zona más o menos intransparente, nos encontramos con la química de momentos y relatos: nos encontramos en la escena de un avión con una niña, el rastro biográfico de un abuelo, el parpadeo de un tubo fluorescente o la oración a una bala. Y todo eso genera la resistencia que libera una interrogación, algo incómoda, irregular, por cierto, porque queda expuesta la materia con su hermoso mecanismo
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