Si en Ensayos I Lydia Davis puso el foco en la lectura y en la escritura, tanto propia como ajena, en este segundo tomo la figura estelar son las lenguas: su trabajo como traductora y su interés por el aprendizaje de otros idiomas. Con la generosidad que la caracteriza, Davis lista en un texto imperdible veintiún placeres con los que se fue encontrando a lo largo de varios años de traducciones: desde la posibilidad de conocer y viajar a otras épocas y culturas, pasando por las interferencias de las traducciones en su propia escritura, hasta el constante redescubrimiento del inglés, su lengua materna. También se detiene en dos autores clave de su obra como traductora: Proust y Flaubert, que no casualmente son sus traducciones más reconocidas
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