Se han infiltrado en hogares de Hong Kong, en tiendas de Vancouver, en las calles de Sierra Leona, en plazas de Oaxaca, en dormitorios alemanes. No son mascotas, ni fantasmas, ni robots. Son personas, pero ¿cómo alguien desde Lima es capaz de caminar libremente por un living de Erfuhrt? ¿Cómo un desconocido desayuna con tus hijos en Buenos Aires sin dejar nunca su lugar en Bangkok.
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