En este libro, la infancia es un juguete que se reconstruye no con la tonalidad de la melancolía sino con la del asombro. No es el libro de un renacido sino el testimonio sereno y respetuoso de quien adquiere una respiración más expandida, más amplia. De quien ha salido de un sortilegio -que tampoco estaba tan mal- y ha sido tocado por un sortilegio mayor.
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